domingo, 8 de enero de 2012

Vacaciones y llegada

Puedo decir que a pesar de ser las vacaciones más cortas que he tenido en toda mi vida, éstas han sido sin duda unas de las mejores. No sólo por el recibimiento que Málaga me ha dado: llena de sol, calidez, bullicio, mis sabores, mis olores... si no por el recuentro con mi gente. Estar tanto tiempo fuera me ha enseñado a apreciar tanto lo que dejo como lo que tomo, a valorar más a los verdaderos amigos que están ahí al pie del cañón sin importar el tiempo que haya pasado sin vernos, aprovechando el más mínimo hueco para quedar y compartir aunque sean unas pocas horas, unas risas, unas cañitas o un simple rato de charla frente a un café. También mi familia. Poco antes de venir, una de mis primas me dijo que no sabes cuánto necesitas y quieres a una persona hasta que ya no está ahí para ti siempre que quieras. Pues bien, eso también lo he aprendido aquí. En estas vacaciones he podido disfrutar plenamente de cada momento con mis padres, hermano, mi tía y mis primos. No ha sido necesario vernos absolutamente todos los días, pero el tiempo que hemos empleado juntos es tiempo de calidad, sincero... Y que decir de mis mascotas... mi perrita Berta estuvo media hora saltando como un muelle y lloriqueando, parecía que iba a darle un infarto de tanta alegría. y mi gato era una "lapa rayada" (es una gato romano) pegada a mí constantemente, excepto por las mañanas que con el sol, prefería pegarse a una de las sillas de la terraza y "cocerse" bajo los rayos de Lorenzo.

Otra cosa que he aprendido aquí en Suiza es a valorar lo rico, rico, riquísimo que está el "pescaito" frito ¡¡Madre mía!! Unos boquerones fritos no me habían sabido más buenos en toda mi vida. En estas tres semanas, casi, de vacaciones he llenado las reservas de fritura de pescado con creces... ¡Ñam!

Pero como todo lo bueno se acaba, tenía que regresar y de hecho lo hice. Me pasé todas las vacaciones pensando: "ojalá pinche la rueda del avión y nos quedemos más tiempo en Málaga" Pero esta gente de Easyjet son muy puntuales los muy jodidos, así que despegué de Málaga a la hora prevista y aterricé una más tarde de lo previsto (ya lo explicaré, todo a su debido tiempo) El viaje fue alucinante, no sólo por el despegue. Nos adentramos volando hacia el mar, pudiendo ver toda mi Málaga con poderío, bañada por el extraño sol veraniego de enero, el mar calmo, la arena dorada de la playa, las casitas blancas de la costa... un regalo para la vista y para el espíritu. Pero bueno, sé que pronto la veré, así que cuando el cuello ya no me daba más para girarme y mirarla la dejé ir tranquilamente, sin añoranza. Málaga es para mí como las madres: puedes verla más o menos, detestarla, amarla, entenderla o no... pero siempre está ahí para acogerte y abrazarte con toda su calidez.

Durante el vuelo fuimos cogiendo altitud hasta tal punto que si mirabas por la ventanilla veías la curvatura de la tierra, el cielo azul celeste resplandeciente, abajo, el suelo suave como terciopelo y más arriba la oscuridad que cala en la atmósfera desde el espacio. Otro regalo de Reyes, ya que me perdí la cabalgata... ¡qué menos! Otro espectáculo que pude disfrutar fue ver ponerse el sol desde el aire, ver el mundo a mis pies partido en dos colores: la luz y la oscuridad. Fue ¡alucinante! ver el cielo literalmente dividido en celeste y azul marino. ¡Otro regalito! Éstas son cosas que sin saber muy bien por qué, te hacen sentir orgullosa del planeta, de la naturaleza y del ser humano, capaz de construir aviones que nos permiten admirar tal maravilla.

A partir de los Pirineos las nubes taparon literal y absolutamente la tierra. Era como una cama impenetrable de algodón. Vi también una tormenta, que debía de estar sobre Toulouse, un embudo arremolinado de nubes que cae hacia tierra... Me sentí como el "Meteosat" Pero sin duda la parte más divertida fue cuando tuvimos que ir perdiendo altitud para aterrizar. Tuvimos que pasar entre una tormenta de lluvia y nubes espesas... Aquello parecía la Caída libre de la feria. De golpe y porrazo, todos tan tranquilos dentro de la aeronave cuando.... ¡Zas! 30 metros de golpe para abajo.... los típicos "¡Uy!" de los que no nos da miedo volar, las caras desencajadas de los que sí y los llantos de los bebés... Las azafatas que pasan pidiendo que todo el mundo se abroche los cinturones debidamente, el capitán advirtiendo que es una zona de turbulencias, una mujer al otro lado del pasillo aferrada a los reposabrazos y las lágrimas saltadas... todo un show. Y como así estuvimos casi 30 minutos bajando a trompicones y con un traqueteo de vértigo, pues precisamente eso es lo que todos sentíamos. Pero después de media hora de: avión abajo, estómago arriba... estómago arriba, avión abajo.... una empieza a sentir que hay algo más a parte del avión que traquetea dentro de una. A resumidas cuentas "turbulencias everywhere" dentro y fuera. Si tardamos más en aterrizar hubiera tenido que hacer debido uso de las siempre presentes bolsitas para vómitos. Yo la vi y me dije: "Delia... centra tu atención en otra cosa porque más te vale no vomitar porque como lo hagas... eso boza" Afortunadamente no pasó nada y en cuanto salimos del avión di buena cuenta de un bocata de jamón con aceitito que mi papi me preparó antes de salir.

La bienvenida fue genial. Los niños estaban esperando con su madre y cuando me vieron salieron corriendo hacia mí. Al final terminamos los tres tirados por los suelos del aeropuerto abrazados... Momento mega hiper tender. Ya en la casa disfrutamos de una deliciosa Fundue de queso que me supo a truchas... ¡Deliciosa! y tras eso... a dormir y descansar que al día siguiente tocaban diana temprano.

À tout à l'heure

1 comentario:

  1. Lo bueno se pasa pronto, pero dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Algo que nunca he comprendido. Pues la brevedad de lo bueno lo convierte en efímero y lo único que viene a mi mente es: ¿Quiero más! Será por eso de lo de dos veces bueno, porque cuando lo coges de nuevo es pura fruición.
    Menudo empacho de pescaito te espera hija... jajajaja.
    Besitos.

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